
Por Rebeca Dosal *
A simple vista, podría parecer que nada. Muchas cosas siguen igual que cuando comenzó este 2025, que este mes llega a su fin. Sin embargo, se avecina un 2026 bastante incierto en lo económico, político, humanitario y social. Vale la pena poner en contexto el panorama mundial.
Donald Trump, líder de la potencia hegemónica del planeta, a pesar de la creciente influencia de China, está por cumplir su primer año como presidente de Estados Unidos. Ha sido un periodo marcado por guerras comerciales con prácticamente todos los países, rupturas de tratados y acuerdos internacionales, y cuestionamientos hacia organismos clave del orden mundial como la ONU y la OTAN.
A finales de 2025, más de cinco guerras continúan activas en el mundo, incluyendo el conflicto entre Rusia y Ucrania. El reciente acuerdo entre Israel y Gaza tampoco parece ofrecer una solución inmediata al conflicto más mediático del momento. Vivimos en una era donde cada vez más países buscan protegerse con armamento nuclear, en lugar de confiar en que el sistema internacional garantizará la paz. Ya no solo Rusia y Estados Unidos poseen esta capacidad, sino también India, Pakistán, Reino Unido, China, entre otros que no lo han reconocido oficialmente.
El año cierra con una economía mundial tensa y frágil, marcada por la inflación, el endeudamiento público y un comercio internacional más cerrado debido a las tensiones geopolíticas. México no ha sido la excepción: las políticas arancelarias del mayor comprador del mundo han afectado directamente al sector automotriz y de autopartes, y todo apunta a que el impacto continuará.
El 2026 traerá consigo la Copa del Mundo, organizada por los países del T-MEC, si este acuerdo continúa vigente. Sin embargo, a excepción de México, tanto Canadá como Estados Unidos han mostrado poco entusiasmo y promoción hacia este evento que, en teoría, simboliza una unión global. ¿Por qué?
En América Latina, donde por años se ha avanzado hacia el autoritarismo, son pocas las naciones que han logrado salir de esos regímenes para ejercer verdaderas democracias. Sin embargo, comienzan a verse rupturas políticas en países como Venezuela, con la persecución a Nicolás Maduro, bajo la presión de Estados Unidos, así como en Nicaragua, Haití y Cuba.
Algunos analistas también incluyen a El Salvador, bajo el gobierno de Nayib Bukele, dentro de esta tendencia autoritaria. Por otro lado, naciones como Bolivia (con la victoria de Rodrigo Paz) o la Argentina de Javier Milei representan un debate distinto: intentos de romper con los modelos que han marcado a América Latina durante décadas.
México, por otro lado, en el primer año de su primera presidenta, Claudia Sheinbaum, ha perdido otra relación diplomática, esta vez con Perú, sumándose a la lista de tensiones con Ecuador y España. A esto se agrega la incertidumbre económica en el comercio de América del Norte, que aporta billones de pesos a la nación.
El cuestionamiento sobre el Estado de Derecho, el crecimiento de la inseguridad y los homicidios, así como la amenaza de una posible intervención estadounidense ante el avance del crimen organizado, reflejan un panorama cada vez más complejo para el país.
La explosión en India, el asesinato público de Charlie Clirk, la creciente migración musulmana en Europa, la discriminación israelí, las crisis humanitarias en África, la nueva era de la inteligencia artificial, la expansión silenciosa China, las conclusiones desastrosas de la COP30 sobre la contaminación. Asia se consolida como una región con creciente poder nuclear, la llegada de la primera ministra mujer en Japón, Sanae Takaichi, y la posible reelección de Trump, conforman la nueva reconfiguración mundial y el cierre de un año incierto e inestable. ¿Te resulta históricamente familiar este contexto?
* Licenciada en Relaciones Internacionales
Consultoría Llorente y Cuenca